Así
que ¿Qué hacía yo ahí parado con taquicardia frente a ella? Pues que desde hace
un mes, que decidí ayudar a mi mamá nuevamente, la veo pasar, dos veces en la
mañana, dos veces al medio día y dos veces al atardecer, como el viento,
silencioso y delicado, intangible. Es increíble como su imagen me sigue dando
la misma impresión que antes.
Desde
hace una semana estuvo dando vuelta en mi cabeza que debía hablar, que por
primera vez en mi vida, debía tomar valor y hablar. Repasé una y otra vez lo
que tenía que decir, lo repasé, lo mejoré para que sea más fácil de aprender y
evitar tartamudeos. Pero cada vez que pasaba no me alcanzó el valor para
hablarle, así que pensé “voy me paro frente a ella y una vez ahí no quedará
otra que continuar”.
-Y
no entiendo- dijo
-Sí,
lo sé, pero estoy seguro que mientras me vayas conociendo se entenderá más.
-Ya,
está bien, justo hoy en la noche voy a entrar al internet y voy a buscarte,
espero que esto no sea una broma- dijo seriamente, pero sus ojos, sus ojos
brillaban como nunca, como nunca tan cerca los había visto.
-No,
claro que no es una broma. No te preocupes.- pero a mí ya se me había iluminado
la noche- Ahora déjame ir por favor porque estoy muy nervioso.- Nunca dejé de
sonreír.
-Sí
porqué hasta estás llorando- dijo y sonrío.
Su
sonrisa hacía juego con ella, y me hubiera gustado poder guardar su imagen por
siempre en mi memoria, pero el lagrimón que saltaba me empañó la vista.
-Muchas
gracias por escucharme- le dije. Di la espalda y me fui como quien se lo lleva
el viento.
Estaba
contento, como un niño el día de su cumpleaños (tal vez, no sé si nunca me han
gustado los cumpleaños). Y me pasé recordando mi osadía, orgulloso de mí mismo,
también, por qué no. Yo tampoco entendía cómo tuve el valor, pero el corazón
saltando en mi pecho me hubiera gustado poderlo sentir siempre.
Al
día siguiente la vi pasar como siempre, deteniendo el tiempo a su alrededor
como era su costumbre. Yo tenía decidido que iría a verla otra vez al
atardecer, repasé una y otra vez mi guión, me sentía más tranquilo, sería más
sencillo esta vez, sin duda. Se acercaba la hora y cada vez el tiempo parecía
ir más lento, era desesperante. Fui algo nervioso.
-Hola,
aquí estoy de nuevo, espero no molestar con mi visita- qué seguridad por dios.
-Hola,
no, está bien. Ayer no terminamos de conversar - dijo y la noté algo apenada.
-Sí,
es que ayer estaba demasiado nervioso, pero ahora estoy algo mejor. Con todo,
ayer no pude preguntar por tu nombre
-Me
llamo Ginger
¿Han
escuchado antes ese nombre? Yo no, pero definitivamente me sonó perfecto para
ella, como si su nombre me sugiriera su imagen y su imagen su nombre en un
círculo infinito. Porque si antes alguien me hubiera dicho que conocía a una chica con el nombre Ginger sin duda
alguna la hubiera dibujado a ella en mi mente.
-¿Cómo
la bebida?- pregunté.
-Sí,
como la bebida.-sonrió- Ayer no terminamos de hablar y…
-Sí
¿Pasó algo?- pregunté adivinando algo más en su voz y en su mirada.
-Mira,
yo tengo mi enamorado...-dijo y yo sonreí- y le conté lo que me dijiste y se
molestó porque no le parece. Dice que él no tiene amigas justamente para evitar
problemas –yo seguí sonriendo- y me preguntó quién eras. El mismo quería ir
hablar contigo – eso me sorprendió pero seguí sonriendo- pero yo le dije que no
que yo iba hablar contigo.
-Ah,
bueno…yo sé que era una posibilidad y que algo así podía pasar. Yo lo que menos
quiero es traerte problemas.
-Por
eso quise hablar contigo, él quería hablarte pero a mí no me gusta que hagan
problemas, y que las personas se sientan mal.
Me
hubiera gustado poder decirle que entendía a la perfección, que el que ella
misma me lo dijera y en la forma en la que me lo había dicho, tan serena, y
delicadamente y a la vez tan directa y sin titubeos no hacía más que afirmar la
imagen que yo tenía de ella, que era una princesa. No, no una “princesa” como
se le suele decir de cariño a la mujer amada, no, una princesa real, una de la
realeza, con sus ademanes y su trato, su firmeza, su carisma, su belleza al
caminar entre la gente.
-Sabía
que esto podía pasar, pero quise intentarlo, acercarme y hablarte. Tenía que
intentarlo, pero...-puse mi mano sobre el rostro he hice como quien llora,
luego sonreí levanté la mirada hacia sus ojos, ella rió.
-Entonces,
me voy, disculpa los inconvenientes. Chau.
Ella
también se despidió. Yo
me alejé sin voltear, sabiendo que aquella sería la única vez que la vería
reír.
Lima,
15 de Febrero del 2007
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